No es fácil controlar las emociones propias y mucho menos comprenderlas, por lo que es aún más difícil cuando hablamos de las emociones de los demás. Pero en la vida hay momentos, en los que llegar a comprenderlas y tener empatía puede ayudarnos, e incluso cambiar nuestra vida.
Todos hemos estado en situaciones en las que a la persona que teníamos en frente, era a la que teníamos que demostrarle lo que valíamos y convencerle de que nos merecíamos aquello por lo que luchábamos; ya sea en un examen oral, en el que tan solo tienes unos minutos para demostrar que tu esfuerzo durante meses merece la pena y seas capaz de contar lo que sabes, en una entrevista de trabajo, en la que luchas por esa oportunidad que deseas tener para explicar y poner en práctica lo aprendido en tu formación, o con un jefe, al que tienes que acreditar que tu trabajo y experiencia demostrada ahí durante años, le sigue mereciendo la pena. Todos hemos pasado por alguna situación así.
¿ Y nuestras emociones? ¿Qué papel juegan? En esas situaciones, ¿Quien las entiende? Acaso ese día, “el importante”, el día que solo tienes unos minutos para manifestar “lo que esperan de ti”, ¿Puede que no sea tu día? Claro que sí. Quizás estás más nervioso de lo habitual y no eres capaz de expresar todo lo que sabes, quizás no estás pasando por el mejor momento de tu vida, o acabas de recibir una noticia horrorosa y simplemente necesitas más tiempo, o que te ayuden a relajarte.
Se ha demostrado que la Inteligencia emocional influye en el éxito de una empresa más que el cociente intelectual, y como dijo la psicoterapeuta Jeanne Siaud-Facchin “la Inteligencia Emocional se ha mostrado como un factor clave para el logro personal y profesional, así como un elemento que contribuye a que las personas estén más satisfechas consigo mismas y sí, que sean más felices”. Por lo que está claro que las emociones afectan a nuestra manera de actuar. Si se trabajan las emociones está comprobado que se mejoran los resultados.
En el entorno profesional, es importante mantener satisfecho al equipo, que las personas trabajen motivadas y relajadas desde el primer momento, desde el inicio de la relación laboral, durante su periodo de acogida, a lo largo de sus años en la empresa e incluso en el periodo de salida. Y así, puedan sacar lo mejor de sí mismos y, por lo tanto, ser más productivos. Una persona feliz, consigue sus objetivos antes que el frustrado y “sin ganas”.
Si aprendemos a ser mejores usando nuestro corazón, esto nos permitirá tener mejor relación con los demás, y alcanzaremos nuestros objetivos de una manera más satisfactoria pues no es lo mismo la satisfacción de conseguir objetivos solo, que sabiendo que los has logrado con gente a tu lado que te ha hecho sentir que es más fácil, entendiéndote y apoyándote.
Y para finalizar, os dejo esta frase de Aristóteles que me encanta.
“Educar la mente sin educar el corazón, no es educar en absoluto”.
Marina Jorquera.
Recruiter y Selección 2.0.